Portugal 1-0 Rep. Checa
Cristiano es insaciable. No se conforma con ser el mejor de esta Eurocopa o con haber cogido ya a los máximos goleadores del torneo. Lo suyo es el estrellato. Los retos y los trofeos. Se crece cuanto más numerosos son los focos. Tras estrellarse dos veces con la madera, tiró de orgullo, no se desesperó a pesar de que suele y siguió remando hasta derribar la muralla checa para llevar a Portugal a semifinales. Un lugar en el olimpo donde también quiere estar ese día España. El delantero del Real Madrid batió a Cech con la cabeza, aunque debió hacerlo mucho antes de volea o con una de sus faltas. Su remate, de nueve puro, hizo justicia, sonrojó a Selassie, ensalzó el centro de Moutinho e hizo que su selección entre en las quinielas. Portugal no tuvo rival. Pero antes de comérselo se atragantó. Ni siquiera se vio presionado a tirar de un fútbol con adornos. Le bastó con apelar al orgullo, con mostrarse más hambriento y, de una vez, con atinar a explotar sus armas con sapiencia: la contra, Cristiano y las bandas. Lo peor de haber encontrado tan tarde su premio fue que durante 80 minutos se vio obligado a forzar la máquina por partida doble. Uno: desgastó más de lo que debió, lo que puede igualar las fuerzas con su adversario en semifinales a pesar de que gozará de dos días más de descanso. Y dos: con el esfuerzo en busca del gol, se desnudó a ojos del enemigo. Éste, sea Francia o España, ya sabe que la dupla de centrales son dos rocas, que Coentrao está como una moto y que el resto se desvive por nutrir a Cristiano en ataque y por tapar las carreras que se ahorra en defensa.
jueves, 21 de junio de 2012
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