España ha conseguido lo que nadie logró y lo hizo como nunca hubiéramos imaginado: sin sufrir. Esa es la última pirueta de este equipo formidable. Llevarnos en brazos hasta el paraíso. Tan asombroso como el juego de la Selección fue la ausencia de miedo, la confianza absoluta de un país entero. La final era el partido. La tacada imposible es la consecuencia del talento aplicado a la diversión. España le ha recordado al mundo que el fútbol es un juego. Es cierto que esta generación de futbolistas será irrepetible. Sin embargo, su ejemplo habrá sembrado los patios y los parques, repletos de niños con un modelo a seguir y con un doble deseo: jugar bien y ser bajitos. De modo que no caigamos en la nostalgia que sucede a la euforia. Probablemente este milagro tenga hijos y nietos; seguramente seamos familia numerosa, viejos abuelos de barbas blancas. Algún día lo contaremos y nos dirán que exageramos, que esto no lo inventamos nosotros. Pero sucedió con nosotros de testigos, y quiero pensar que toda esa energía también contó, aunque fuera para desviar los balones que no alcanza Iker, uno o ninguno. Llevamos cuatro años sin encajar goles en los cruces. No sólo eso. Hemos entrado en la historia sin una artimaña, gran fútbol y buenas maneras. En este grupo se aplacan los egos y se extinguen las hogueras. Torres dejó buena prueba: renunció al doblete y al pichichi en la Eurocopa para ceder el último gol de la final a Mata, amigo, compañero y respaldo en tantos malos momentos.
domingo, 1 de julio de 2012
España es Tricampeon
España ha conseguido lo que nadie logró y lo hizo como nunca hubiéramos imaginado: sin sufrir. Esa es la última pirueta de este equipo formidable. Llevarnos en brazos hasta el paraíso. Tan asombroso como el juego de la Selección fue la ausencia de miedo, la confianza absoluta de un país entero. La final era el partido. La tacada imposible es la consecuencia del talento aplicado a la diversión. España le ha recordado al mundo que el fútbol es un juego. Es cierto que esta generación de futbolistas será irrepetible. Sin embargo, su ejemplo habrá sembrado los patios y los parques, repletos de niños con un modelo a seguir y con un doble deseo: jugar bien y ser bajitos. De modo que no caigamos en la nostalgia que sucede a la euforia. Probablemente este milagro tenga hijos y nietos; seguramente seamos familia numerosa, viejos abuelos de barbas blancas. Algún día lo contaremos y nos dirán que exageramos, que esto no lo inventamos nosotros. Pero sucedió con nosotros de testigos, y quiero pensar que toda esa energía también contó, aunque fuera para desviar los balones que no alcanza Iker, uno o ninguno. Llevamos cuatro años sin encajar goles en los cruces. No sólo eso. Hemos entrado en la historia sin una artimaña, gran fútbol y buenas maneras. En este grupo se aplacan los egos y se extinguen las hogueras. Torres dejó buena prueba: renunció al doblete y al pichichi en la Eurocopa para ceder el último gol de la final a Mata, amigo, compañero y respaldo en tantos malos momentos.
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