Llega un momento en la pretemporada que la acumulación de carga de trabajo se manifiesta con toda virulencia en los jugadores, que son conscientes que a cambio de ganar un fondo físico que les permitirá aguantar durante toda la temporada, pierden frescura y velocidad. El encuentro que disputaron ayer Manchester United y Barcelona fue de manual en ese aspecto. Ambos equipos jugaron a una velocidad intolerable para lo que se espera de ellos.Por tanto, no es de extrañar que el partido consumiera los 90 minutos sin goles ni jugadas destacadas y que el torneo del 'Super-Matchen', como pomposamente lo habían bautizado los organizadores, se resolviera en una escuchimizada tanda de tres penaltis. De nuevo, Pinto fue determinante.Pero por un instante, el partido pareció que iba a ser algo más serio de lo que acabño siendo. Fue un espejismo derivado del inicio del Barça, que pareció querer retomar el partido ante los de Sir Alex Ferguson justamente donde lo dejaron hace dos años en Wembley en la final de la Chapions. Esto es, con un meneo terrible en el que los ingleses perseguían la pelota sin llegar a verla de cerca.Pero esta fogosidad inicial se deshizo como un azucarillo y se lo que se impuso sobre el césped del estadio Ullevi fue una oda al trote cochinero. Los entrenamientos de la pretemporada se dejaron notar en las piernas de los jugadores de uno y otro equipo, que parecían arrastrar plomo en sus piernas.Las pocas ocasiones que disfrutó el Barça nacían en los pies de Messi y morían en los de un Tello muy desacertado en los últimos metros. El extremo no tuvo su tarde, pues además de fallar un par de ocasiones claras, en el último minuto del primer tiempo cometió un penalti muy inocente sobre Nani. No obstante, Valdés enmendó la plana a su compañero parando el lanzamiento de Wayne Rroney, que no dudó en felicitarle.
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