sábado, 17 de noviembre de 2012

El Barcelona y Messi están imparables

FC Barcelona 3 - 1 Real Zaragoza

El Barcelona sigue sin hilar versos pero su prosa equivale a 34 puntos sobre 36 posibles. Doce partidos, once victorias y el empate del Clásico. Amasa botín mientras el mundo debate su retocado estilo y sus picos de nivel. Y lo hace por una serie de razones que corona Leo Messi, arma de destrucción masiva que ni descansa ni se cansa y que parece hecho de fútbol, de la F en la cabeza a la L en los pies. El juego le recorre la espina dorsal, fluye hasta cada terminación nerviosa. Le surge: fácil, instintivo, dulce. Messi es la diferencia casi siempre que juega el Barcelona, siempre que no lo hace en su versión orquestal, la que no termina de aparecer en esta Liga de, paradoja o síntoma, los 34 puntos de 36.Messi fue la brújula de un partido de sensaciones por lo demás neutras, igualado en muchas cosas menos en el talento descomunal del jugador que le puso nudo y desenlace al guión con dos goles y una asistencia. AlZaragoza le ha marcado 13 en otros tantos partidos pero no debería afligirse el equipo maño porque no es nada personal, su destino es el de tantos, ser un escalón más en la ascensión del mejor jugador ¿de siempre? al Olimpo del fútbol. En los doce partidos de esta Liga ha marcado 17 goles, más que quince equipos. En 2012 acumula 78 y tiene a 7 el récord absoluto del Torpedo Müller, una de esas marcas que pensábamos de otra época hasta la llegada del artista experto en demoliciones. Al Zaragoza le llegó para competir y estar en partido casi hasta el final pero no para arañar puntos. Con un cuarto de hora jugado Messi aprovechó una combinación con Alba para saltarse con un control a toda la defensa rival y marcar con suavidad el 1-0. Antes de la media hora regateó entre tres defensas y sirvió el 2-1 a Song. Y a la hora de partido ahuyentó los malos augurios con una jugada que comenzó y finalizó tras abrir a Montoya, recibir el pase del lateral y colocar desde la frontal el balón junto al palo de un Roberto que pareció no hacer lo suficiente. Tampoco él tiene culpa: no leyó, apenas entendió el toque sutil, el dardo de seda que desequilibró el partido definitivamente. Llegó a empatar en un corner que remachó Montañés tras mal despeje de Montoya y se permitió discutir el dominio hasta el descanso y en la segunda parte, con chicha hasta que el 3-1 de Messi convirtió en cartón piedra un final de partido en el que al Zaragoza se le acabó la fe y el Barcelona pudo aumentar el castigo: Iniesta envío una rosca a la escuadra y el incorporado Tello trabajó a conciencia una banda izquierda en la que formó con Alba una pareja supersónica.

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