El Villarreal no es rival para timoratos. Con un Bruno enorme al frente, el equipo de Marcelino tiene carácter, talento y hambre. Lo olvidó el Atleti, al que acabó por perjudicarle adelantarse a los dos minutos. Dio tres pasos atrás al verse en ventaja y, sin Godín ni Filipe, no era el día de encomendarse a la defensa.Miranda defendió el fuerte tanto tiempo como fue posible, pero el empate acabó cayendo por su propio peso. Sólo entonces intentó el Atleti marcar el segundo. Tarde, poco y mal. Empatar en El Madrigal no es un deshonor, pero deben recordar los rojiblancos que sin ambición se humanizan.
Y eso que el partido nació disfrazado de colchonero. Al minuto y medio, Juanfran, en un estado de forma sublime, se marchó con facilidad de Cani y puso una rosca perfecta al corazón del área, donde Mario marcó en propia puerta ante el acoso de Koke. Un suspiro tardó el Villarreal en dejar claro que no le intimidaba el Atleti. Una buena jugada de Hernán Pérez dejó a Cani para empatar a placer, pero, extraño en él, recurrió a la fuerza y no a la clase y disparó fuera.
A partir de ahí, Bruno tomó el mando. El mediocentro transformó a las pirañas del mediocampo atlético en peces de colores. Es difícil arrebatarle el balón a quien siempre toma la decisión correcta. Él lo hizo y, además, probó a Courtois en una falta directa. Pero el Villarreal añoraba a Giovani. Pereira es una bala de fogueo permanente y Uche se veía rodeado de media docena de Mirandas. O eso parecía.
En el Atleti, Villa le había robado a Harry Potter el flequillo y la capa de invisibilidad y Diego Costa peleaba como siempre, pero la gripe le robaba los superpoderes. Resulta que es humano. Así, entre imprecisión e imprecisión, el que se sintió más cómodo fue Pérez Montero. Para impreciso él, que saca las tarjetas de forma aleatoria y pita en falso directo: siempre cinco segundos tarde. Su error más grave, un penalti de Musacchio por empujón a Villa al filo del descanso.
Se esperaba un cambio de ritmo del Atleti tras el parón, estrategia habitual de Simeone cuando juega fuera, pero no llegó. Ni siquiera mejoraron los visitantes con la reaparición de Arda. La idea era esperar que no pasase nada. Una estrategia que a menudo le funciona gracias a una defensa impenetrable. PeroAlderweireld e Insua no son Godín y Filipe. El belga luce un estupendo desplazamiento en largo y mejora la salida de balón, pero le falta contundencia. El argentino, simplemente, está a años luz de Filipe. Ambos acabarían resultando decisivos.
Acertó Marcelino con los cambios. Bruno encontró un aliado en Trigueros y Perbet puso la claridad en el área que le faltaba al Villarreal. Él fue el creador del empate. Aprovechó las dudas de Tiago, que temía una segunda amarilla, para meterse en el área donde Alderweireld le entró con la contundencia de un oso amoroso. Su pase de la muerte a Uche lo metió Juanfran al intentar tapar a la desesperada. Y tras el empate, se equivocó Insua. En su único destello, Arda se inventó un pase para dejar solo ante Asenjo a Villa, que ya se relamía cuando vio a Insua arrebatarle el balón como si fuera un defensa. Quizás sea el argentino un paladín de la justicia, pues el Villarreal merecía un punto. Por lo menos.
domingo, 10 de noviembre de 2013
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