Cristiano hizo dos goles y Bale firmó dos asistencias. Viera marcó dos tantos de penalti. El Rayo, al borde del empate. Un vez más, el Rayo pagó caro su fútbol platónico. El árbitro le pitó dos penaltis a favor, aunque hubiera necesitado tres para sumar un punto. Acumuló oportunidades, sumó un palo y un larguero, y, de haberse alargado el partido una semana, hubiera continuado con su asedio sin sexo.
Fue hermoso, no obstante. Vallecas agradeció el juego de los suyos con una ovación y Ancelotti aplaudió a Paco antes de estrechar su mano. Al final, camino del vestuario desfilaron un ganador con puntos y un vencedor sin ellos. Si el fútbol tiene justicia y departamento de objetos perdidos, el Rayo recuperará sus puntos al doblar cualquier esquina.
Ya desde el inicio no hubo tregua. Después de un par de buenas pinceladas del equipo local, llegó el primer gol de Cristiano. Habían transcurrido dos minutos. Los suficientes para que el Rayo dejara sin vigilancia un terreno en el mediocampo del tamaño de Sicilia. Modric abrió a la izquierda y en dos toques Cristiano controló e hizo un caño a Gálvez. El gol le pareció igual de sencillo. Es posible que Cristiano tenga astigmatismo y vea las porterías más grandes de lo que son.
Muy poco después, el Rayo regresó al área del Madrid y reclamó penalti de Carvajal a Nacho. Lo pareció, aunque el dictamen se complica porque el defensa retiró la pierna nada más impactar con el delantero. La jugada, no obstante, pudo quedar compensada con otro posible penalti de Nacho a Modric, sobre la línea o más allá.
Que el partido había nacido loco lo demuestra el hecho de que en 13 minutos ya habíamos asistido a tres versiones del regate más humillante que existe,ese que llamamos caño, túnel, puente, sotana o cachita; en el idioma de los inventores ‘nutmeg’ (“nuez moscada”).
Cuando el Rayo había completado media hora de buen fútbol, encajó el segundo gol. Bale cabalgó por la derecha y puso la pelota en la cabeza de Benzema como un Gordillo diestro. Fue más que una buena jugada: fue un impacto. Si Bale es diestro, cosa que a esta hora no se puede descartar, es probable que su fichaje haya salido barato. Su desconocida habilidad con la pierna no catalogada desmonta el mito de los grandes zurdos con diestras de palo. De las cuatro asistencias que ha sumado en dos partidos, tres han tenido origen en su bota derecha. Valga el dato para inquietarse.
El siguiente golpe se registró a los tres minutos de comenzada la segunda parte. Bale robó a Arbilla y asistió a Cristiano con su otra pierna buena, la zurda. Quien apagara la televisión en ese momento se arrepentirá toda la vida. El prodigio sobrevino justo a continuación. En tres minutos el Rayo marcó dos goles de penalti, ambos indiscutibles y transformados por el magnífico Jonathan Viera, puro genio canario.
Después de pitar dos penaltis contra el Madrid, el árbitro no tuvo coraje para expulsar a Carvajal por doble amarilla. Y debió hacerlo. Faltaba más de media hora y quién sabe si aquello hubiera sido el empujón definitivo para el Rayo. O tal vez no hubiera tenido influencia alguna. Si el equipo de Paco no empató fue por fallo propio en el remate final o por acierto de Diego López en el último instante. Lo tuvo Embarba, ese joven talento. Lo divisó Bueno, lo acarició Saúl y lo rozó Tito, ya en el añadido.
Ya desde el inicio no hubo tregua. Después de un par de buenas pinceladas del equipo local, llegó el primer gol de Cristiano. Habían transcurrido dos minutos. Los suficientes para que el Rayo dejara sin vigilancia un terreno en el mediocampo del tamaño de Sicilia. Modric abrió a la izquierda y en dos toques Cristiano controló e hizo un caño a Gálvez. El gol le pareció igual de sencillo. Es posible que Cristiano tenga astigmatismo y vea las porterías más grandes de lo que son.
Muy poco después, el Rayo regresó al área del Madrid y reclamó penalti de Carvajal a Nacho. Lo pareció, aunque el dictamen se complica porque el defensa retiró la pierna nada más impactar con el delantero. La jugada, no obstante, pudo quedar compensada con otro posible penalti de Nacho a Modric, sobre la línea o más allá.
Que el partido había nacido loco lo demuestra el hecho de que en 13 minutos ya habíamos asistido a tres versiones del regate más humillante que existe,ese que llamamos caño, túnel, puente, sotana o cachita; en el idioma de los inventores ‘nutmeg’ (“nuez moscada”).
Cuando el Rayo había completado media hora de buen fútbol, encajó el segundo gol. Bale cabalgó por la derecha y puso la pelota en la cabeza de Benzema como un Gordillo diestro. Fue más que una buena jugada: fue un impacto. Si Bale es diestro, cosa que a esta hora no se puede descartar, es probable que su fichaje haya salido barato. Su desconocida habilidad con la pierna no catalogada desmonta el mito de los grandes zurdos con diestras de palo. De las cuatro asistencias que ha sumado en dos partidos, tres han tenido origen en su bota derecha. Valga el dato para inquietarse.
El siguiente golpe se registró a los tres minutos de comenzada la segunda parte. Bale robó a Arbilla y asistió a Cristiano con su otra pierna buena, la zurda. Quien apagara la televisión en ese momento se arrepentirá toda la vida. El prodigio sobrevino justo a continuación. En tres minutos el Rayo marcó dos goles de penalti, ambos indiscutibles y transformados por el magnífico Jonathan Viera, puro genio canario.
Después de pitar dos penaltis contra el Madrid, el árbitro no tuvo coraje para expulsar a Carvajal por doble amarilla. Y debió hacerlo. Faltaba más de media hora y quién sabe si aquello hubiera sido el empujón definitivo para el Rayo. O tal vez no hubiera tenido influencia alguna. Si el equipo de Paco no empató fue por fallo propio en el remate final o por acierto de Diego López en el último instante. Lo tuvo Embarba, ese joven talento. Lo divisó Bueno, lo acarició Saúl y lo rozó Tito, ya en el añadido.
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