Desde el minuto 60, Simeone se volvió loco en la banda jaleando al público, agitando los brazos como un pájaro aprendiendo a volar pidiendo su apoyo. Necesitaba jugadores, físicos o anímicos. Lo que fuera. Sin gasolina casi desde el inicio, con el doble duelo ante el Barça asfixiando desde el pasado y acechando desde el futuro, sin lo que en el resto de equipos se llama ‘ataque’ y en el Atleti se denomina ‘Diego Costa’, el partido se le puso al líder con aspecto de trampa mortal. Pero sobrevivió amarrado a su fuerza de voluntad, su defensa y su poderío a balón parado. Tres puntos más, una jornada menos. El Atleti aguanta.
La alineación de ambos equipos era la prueba en 22 nombres de que esta temporada condensada por el Mundial está dañando la salud de muchos jóvenes tanto como un fin de semana de juerga. En el Atleti estaban lesionados Diego Costa y Arda; en el Villarreal se sumaban Musacchio, Uche y Gio. De propina, la sanción de Gabi y la cláusula del miedo de Óliver convertían el partido en un examen para meritorios. Aprobaron pocos.
El Atleti, consciente de que tenía oxígeno para media hora, intentó decidir por la vía rápida: bien en la presión y veloz en la salida. Antes de que el Villarreal descubriese que sólo era un disfraz, le dio tiempo a buscar varios pases en profundidad de esos que Diego Costa convierte en asistencias de gol. Pero sin él, esos balones aparecieron directamente en la sección de objetos perdidos. Sólo le quedaba un recurso al líder: el balón parado. No le falló.
Avisó Koke a los 4 minutos con un córner ensayado que Diego, en una de sus escasas apariciones de la tarde, voleó alto. Y el máximo asistente de la Liga repitió en el 14’ desde la otra esquina. Balón al corazón del área y Raúl García empuja a Mario y cabecea a la red. Gil Manzano concedió un tanto que supone una catarata de cifras tremendas: 12 pases de gol de Koke, 16 tantos de Raúl García en todas las competiciones y octavo saque de esquina que el Atleti convierte en abrazo y algarabía. Como si jugase al hockey hierba, lo suyo son penaltis-córner.
Con el 1-0, el Villarreal se desperezó y se dio cuenta de inmediato de que físicamente era superior. Bruno, futbolista magnífico al que le falta un nombre exótico o un publicista, comenzó a diseccionar al mediocampo del Atleti que no lograba resistirse al bisturí. Por desgracia para los visitantes, por delante de Courtois estaba el único suplente que siempre da la sensación de poder ser titular: Alderweireld. El dominio fue inocuo.
Tras el descanso, el panorama empeoró para los rojiblancos, cada vez más encerrados, incapaces de saber si Asenjo había viajado. El Villarreal se plantaba sin problemas en la frontal, sólo para descubrir que Perbet (recursos a cámara lenta) necesitaba un socio y todos los buenos estaban vestidos de calle. El francés tuvo la mejor ocasión con un balón picadito que silenció al Manzanares antes de irse levemente alto.
sábado, 5 de abril de 2014
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