Atlético de Madrid 1 - 0 Real Madrid
Los pases largos y las acciones a balón parado fueron una cruz para el Madrid durante todo el partido. En ese sentido, el equipo pareció poco trabajado, y de eso toca acusar a Ancelotti. Por otra parte, la disposición fue idéntica a la del partido de ida. El Atlético se defendía bien y el Madrid atacaba mal. Nada agradece tanto un defensa como un contrario previsible. Y los de blanco, en cada avance, se anunciaban con cornetas.
El Madrid tardó en entender que el Atlético lo domina todo menos lo inesperado. Es decir, alternar posiciones, sumar a Carvajal, conectar con James. Provocar chispas. No lo logró hasta el minuto 24, justo cuando se desató una pequeña tormenta que terminó con la expulsión de Simeone.
Detengámonos en el hecho. Simeone es una persona que cae bien. La familiaridad viene de lejos y de su autenticidad no se duda. Tampoco de su inmenso mérito como entrenador, quizá el mejor del mundo si calculamos el rendimiento en función de los recursos.Sin embargo, se desfigura cuando sobreactúa, cuando quiere ser, al mismo tiempo, entrenador y Che Guevara. Después de ganar la Liga, y después de que el Atlético se haya gastado 95 millones de euros, el Cholo debería abandonar la guerrilla. Además, él mismo ha desmontado su teoría: el Atlético sí puede luchar contra Madrid y Barcelona, y ganarlos, como se comprobó la pasada temporada, como se ha visto en esta Supercopa.
Su expulsión fue escasamente heroica. Protestó sin mesura y hasta palmeó la cabeza del cuarto árbitro, mitad cachete, mitad colleja. Si busca un acto valeroso, la próxima vez debería palmear el cogote de Sánchez Arminio y olvidarse de los intermediarios. Por fin, cuando fue invitado a abandonar el campo, aplaudió al árbitro y jaleó a la grada. Perdió la razón y en origen la tenía: Juanfran esperaba permiso para entrar al campo y el Madrid apretaba como nunca.
Cesó la tormenta, pero el Madrid entendió, al menos, cómo soplaban algunos vientos. James participó de las cuatro oportunidades más relevantes de su equipo: dos zurdazos, un cabezazo y un pase a Bale.
Con todo, no lo perdamos de vista, el Atlético era el dueño del choque. Las mejores ocasiones eran suyas, concretamente de Raúl García, que pudo conseguir el segundo y el tercero. Mientras su rival arañaba, el anfitrión hacía uso de la artillería, del poder que siente quien se sabe superior, más alto, más leído y mejor entrenado.
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