Brasil 2 - 0 Argentina
La plaza, el Nido de Pájaro de Pekín, es lo de menos. Son Brasil y Argentina, es el Superclásico, y eso basta para que el mundo centre su mirada en él, por muy amistoso y lejano que resulte. Ninguno quería perderlo pero sólo uno hizo lo debido para ganarlo. Fue Brasil, al que, tras la catarsis del 1-7 ante Alemania en su Mundial, le sigue faltando seso, pero su plan todavía goza de empaque. Intenso atrás, punzante arriba: dos goles de nueve deTardelli, rescatado por Dunga del Atlético Mineiro,le bastaron ante la nueva Argentina deGerardo Martino, lenta, roma y sin chispa, vulgar en cada intentona.De la batalla general, el Superclásico sudamericano, a la particular: Neymar contra Messi. Las estrellas del mañana y del hoy, habituales compañeros de vestuario, contrincantes por un día. Con el foco sobre ambos, Ney salió como vencedor. Al brasileño se le vio más suelto, entonado, decidido en sus acciones como el líder de los suyos, mientras que Leo se quedó enredado en la maraña tejida por las dos primeras líneas de Brasil, resultando intrascendente.
Ninguno vio puerta, pero tampoco hizo falta para, a los puntos, designar un ganador. Neymar lo rozó en un par de buenas oportunidades: un ‘slalom’ eléctrico que le dejó solo frente aRomero, ante el cual optó por un remate excesivamente relajado; y en el segundo tiempo, cuando culminó una contra supersónica con un balón picado de más. Le dio el aire, incluso, para surtir un balón excelso a Filipe Luis entre un mar de piernas rivales, ocasión que el lateral del Chelsea, sin oposición, malogró hacia las nubes. Y ello entre tarascadas de todo pelaje, alguna de impresión de su compañero de club Javier Mascherano.
Messi, en un rol de enganche similar al que Luis Enrique le ha buscado en Barcelona(aunque con el paso de los minutos tendió a quedarse en puestos de remate), sólo tentó a Jefferson en dos faltas directas, bien dirigidas pero insuficientes. Fue el curioso culmen de undía para olvidar del ‘10’. Tras estrellar varios tiros libres en la barrera, el árbitro local le concedió su deseo: retiró los obstáculos. Con 1-0, Danilo rascó con limpieza un balón a Di María. Solo el trencilla chino vio esa pena máxima, que Messi se pidió. Pero ni siquiera esa suerte iba a acompañarle: Jefferson (segurísimo en cada acción del duelo) despejó el disparo yRojo, solo para empujar el rechace, remató desviado. Poco más iba a decir en el choque Leo, al que su error le llevó a recluirse en sí mismo. Vuelve el eterno debate: es uno con el Barça y otro con su combinado. Al tiempo.
Poco han mutado de momento Brasil y Argentina desde lo demostrado en el Mundial del pasado verano. La canarinha, Scolari por Dunga en el banquillo, sigue apostando a músculo y vértigo. De la albiceleste sí se espera una evolución, personificada en la figura del Tata Martino. A falta de tiempo para probaturas y de un jugador que dé sentido a su sala de máquinas, poco varía su planteamiento del de Brasil 2014, que ya le bastó para colarse en la final de Maracaná.
En los breves descansos del duelo Ney-Leo, los 95 minutos permitieron ver pinceladas de los demás: a un Di María voluntarioso, como siempre, aunque sin tino; a Agüero dejar escapar varios balones de gol en los comienzos para luego lamentarlo; a Higuaín y Pastore como revulsivos de emergencia; a Elías, aquel medio intrascendente del Atlético de Madrid, sujetando desde el doble pivote con Luiz Gustavo a la ‘canarinha’; hasta algunos minutos estimables de Kaká; y por encima de todos, a Diego Tardelli. No tiene nombre, pero con goles la fama cambia rápido: voleó un balón en el área rival, fruto de la indecisión de Fede yZabaleta; y luego puso la frente en el camino del esférico tras un córner, botado por Oscar y prolongado por David Luiz. Dos toques, dos goles.
sábado, 11 de octubre de 2014
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