Pep Guardiola sabe qué tecla ha de tocar en cada momento. Que el equipo está eufórico porque los resultados van viento a favor y todo parece fácil; ya está él para bajar los humos al vestuario y hacerle pisar rápidamente los pies en el suelo. Que la plantilla está desanimada porque las cosas no acaban de salir bien y la distancia con el líder empieza a abrirse peligrosamente; ya está él para dar un golpe de efecto, arengar a los suyos y ponerles un 'chute' de optimismo en las venas. Ayer evidentemente tocó esta segunda vía, el equipo acababa de dejarse otra vez dos puntos más por el camino, en esta ocasión en Villarreal, y se alejaba hasta los siete puntos del Real Madrid. El abatimiento de la plantilla era bien palpable ya en la madrugada del domingo durante el viaje de vuelta en el tren a Barcelona -pocas ganas de hablar y rostros desencajados por tantos esfuerzo realizado con un resultado tan pírrico- y también casi 36 horas después cuando el equipo se volvió a ver las caras ayer en la sesión matinal.
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