miércoles, 30 de enero de 2013

Varane hace que todo se decida en el Camp Nou

Real Madrid 1 - 1 FC Barcelona

El central francés, con una actuación soberbia en defensa ante los Messi, Iniesta, Pedro y compañía, igualó un partido que se había puesto muy cuesta arriba para su equipo, con el gol de Cesc Fàbregas en el minuto 50 y el dominio y las ocasiones culés. El Barça no sentenció y el Madrid peleó hasta el último minuto por el partido. El 27 de febrero, la resolución en el Camp Nou.El milagro de la primera parte es que terminara con empate a cero. Xavi estrelló un balón al larguero y luego vio cómo el susodicho Varane le sacaba un tiro bajo palos. El Madrid se aproximó hasta tres veces con verdadero peligro, en cada caso a medio metro del gol. En dos de esas oportunidades, se aprovechó de robos a Xavi Hernández, extrañamente mortal y ligeramente lento. Tal y como estaba previsto, el Barça jugaba sobre el filo de la navaja, como si el rival fuera otro cualquiera y su presión una más.Lo asombroso es que al Barcelona no le importan los sustos, o será que le fascinan las películas de terror. Hasta en las situaciones más comprometidas, le domina ese empeño por comerse las gambas con cuchillo y tenedor, esa obsesión por hablar en verso, por no guarecerse cuando jarrea. En cierto modo es una forma de dandismo. Asumir que están haciendo algo incomparable y creer que todo lo podría arruinar un patadón. La sensación, llegado el Clásico, es que el Barça lo pasa peor de lo que podría. En su afán por convertir su juego en una de las bellas artes, hace del fútbol un deporte de riesgo que debería patrocinar Red Bull.El Barcelona tardó diez minutos en que el Madrid le soltara las solapas. Acicalado de nuevo se cepilló el frac y comenzó a tocar el balón como le gusta, como si la pelota fuera un bebé al que hay que dar palmaditas para que libere los gases. Es difícil calcular las secuelas en quien persigue el balón y chupa el escaparate de la pastelería, pero tiene que haberlas, y deben estar calculadas por el Barcelona para arriesgarse tanto. Sin embargo, el control del Barcelona, en esos largos minutos, apenas le aproximaba al gol. Es curioso. Mientras el Madrid ha perfeccionado el contragolpe hasta el extremo, el Barcelona tiende a despreciarlo. Lo suyo, de hecho, es el anticontraataque. La idea es no enviar embajadores, sino desplazar al pueblo entero, colonizar al equipo contrario. Esa es la razón por la que, en bastantes ocasiones, Messi debe esperar refuerzos comiéndose un helado en la frontal del área. Sucedió varias veces en la primera mitad. El larguero le salvó del gol tras tiro de Xavi y Varane acudió a su rescate para enmendar bajo palos el estropicio de Carvalho. Varane nos demostró después, y a lo largo del partido, que en esa acción no tuvo una pizca de suerte. Insisto: cuesta recordar un mejor central en un Clásico, uno más rápido, más sereno, más inteligente en la colocación, superviviente ante tantos peligros. Quizá sólo se le acerque Piqué, ayer mismo. De no ser por Varane, y de no existir Piqué, el resultado habría incluido más goles y los delanteros hubieran terminado mucho más felices.Entretanto, Messi y Cristiano libraban una batalla pareja, pero escasamente brillante. Y no empezó así la historia. La salida del portugués fue olímpica: rondó el gol, forzó la amarilla de Piqué y sembró una plantación de pánico. El desarrollo del partido no le ayudó en nada, porque el Barça se asentó y los espacios se fueron borrando. Pese a todo, pudo marcar en el 60’, solo en el segundo palo y confundido por un error de los centrales, también burlado por un balón que volaba rasante. El camino de Messi fue el inverso, aunque idéntico el resultado. Su participación fue de menos a más y su cuchillo vivió junto al cuello del Madrid en la segunda parte, aunque nunca llegó a recortarle la barba. Se obcecó en regates improbables y, ya enredado, se miró demasiadas veces en el espejo.El Clásico no se vio afectado, sin embargo. Este duelo es demasiado grande, demasiado rico y demasiado intenso como para depender de dos jugadores, aunque sean los mejores del mundo. Ellos volverán y el Clásico seguirá siendo lo mismo: el mayor espectáculo del mundo y el más incierto de cuantos existen.

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