De modo que no existe pique posible, ni estímulo, ni, por supuesto, deseos de ensañarse. Por momentos dio la impresión de que los jugadores españoles se imponían nuevos retos al margen de la victoria: no dar balonazos a los contrarios, no tirar a trallón, chutar dentro del área, no marcarles más de cinco.
A los cinco minutos, Torres remató fuera con una media chilena espectacular, que de ser gol hubiera valido para un anuncio de maquinillas de afeitar o para reclutar estadounidenses rubios para la causa del fútbol. No lo fue, ni Torres volvió a destacar, enredado de nuevo en ese fútbol de escorzos que se parece muy poco al juego de la Selección. Necesita goles, es evidente, pero no menos de media docena.Ese carácter tan sinceramente amistoso nos impide sacar conclusiones válidas, sólo impresiones difusas. Diremos, no obstante, que Casillas fue titular y que hubiera podido jugar con escayola: Haití no tiró entre palos en la primera mitad. Javi Martínez ejerció de único pivote (notable como armador y destructor) y en las tareas de creación le ayudaron Mata, Cazorla y Cesc. La sensación es que el juego se agilizó con tantos colaboradores, todos ellos con mentalidad vertical. Si el dominio de España se convirtió en un festín es porque la Selección advirtió muy pronto que para robar balones bastaba con presionar o con amagarlo.Cazorla marcó a los siete minutos con un zurdazo raso y colocado. A los 18 lo hizo Cesc, asistido por Mata en una jugada entre sublime y playera: balón picado, esponjoso, y cabezazo a bocajarro, mullidito. Fue en ese instante cuando comenzaron las dudas, o cuando se escucharon los alegres cánticos de la afición caribeña (1,2 millones de haitianos en Estados Unidos). Imposible no sentir empatía con los habitantes de una isla que en tiempos se llamó La Española. En el fondo, a poco más de mil kilómetros de Puerto Príncipe, la selección de Haití jugaba en casa. Y debajo de cada estrella de los campeones, no está mal recordarlo, hay un corazón.El problema es que el roce hace el cariño y España se volvió excesivamente cariñosa. Soldado fue el único que se libró del encantamiento haitiano. Nada más sustituir a Torres tuvo una ocasión de gol y en su siguiente aproximación estrelló un remate en un poste. La respuesta de Haití ante tanta gentileza fue fulminante. Guerrier se coló entre la flácida defensa española y marcó después de burlar la salida de Reina. La alegría de los caribeños fue conmovedora, todo hay que reconocerlo.
Haití se vino arriba y a ratos pareció una selección italiana repleta de Balotellis, igual de física y poco reflexiva. A España le ocurrió lo de siempre: los partidos sin picante terminan por aburrirla y no hay quien se lo pueda reprochar, visto como nos lucen las medallas del pecho. El balance no es malo porque no es deportivo. Siendo imposible que podamos apreciar más al pueblo haitiano, es de suponer que allí nos querrán un poco más a partir de ahora.
sábado, 8 de junio de 2013
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
No hay comentarios :
Publicar un comentario