Özil fue el del Madrid, con la misma brillantez fugaz y las mismas ausencias. Pareció no existir en muchos momentos de la segunda mitad. Eso sí, firmó un primer tiempo de exposición como director general del equipo, con un buen repertorio de pases y dos remates a puerta frente a un Sunderland que iba de oyente y que regaló un 73% de la posesión al rival. Jugando un punto más retrasado, como lanzador puro, el equipo le buscó siempre, consciente de su precio y de su peso.
Sin embargo, de aquel espléndido dominio sólo sacó un gol, en parte porque Walcott no tuvo su tarde en el remate. Y a la vuelta de vestuarios se encontró con un empate insólito, sorprendente e injusto. Johnson cazó un balón en la derecha y Koscielny pecó de incontinencia. Su entrada fue sancionada con un penalti que Gardner, quien sólo llevaba un minuto en el campo, transformó.
A partir de entonces, el Arsenal se fue del partido, sobre todo porque el Sunderland defendió mejor y sacó las garras. Incluso le anularon justamente un gol, por fuera de juego de Fletcher, y el propio Gardnermandó un balón al palo, en lanzamiento de falta. Y los de Wenger perdieron el sentido con las prisas y la preocupación. Johnson fue un peligro constante.
Sin embargo, en una jugada aislada, Ramsey adelantó al Arsenal antes de que se produjera la jugada polémica del partido, cuando Atkinson no aplicó la ley de la ventaja y privó a Altidore, que había aguantado el agarrón de Sagna, del tanto del empate. El Sunderland apretó de verdad, con intensidad y energía, hasta que Ramsey, tras recibir un gran pase de Giroud, en jugada que también pasó por Özil, sentenció el duelo.
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