jueves, 2 de enero de 2014

El Real Madrid vence en Doha al PSG

PSG 0 - 1 Real Madrid

Lo sabía el PSG y el Madrid lo fue comprendiendo según observaba el interés del rival y el tapizado de los sillones del palco, mullidos como los de un Rey Mago. Miraban jeques y atendía el mundo. Así es cómo se venden camisetas. Puerta a puerta y Emirato a Emirato. Ganar es el márketing que funciona.
Vaya por delante que el encuentro tuvo su miga y resultó sabrosa (quizá el hambre de fútbol). Aunque el primer tiro fue de Cristiano (altísimo y ovacionadísimo), el PSG entró mejor en el partido, más concentrado; por algo lleva en Doha desde el pasado domingo y por algo pertenece a la Qatar Investment Authority.Quien dude de la influencia de los propietarios no tiene más que fijarse en el nuevo escudo del PSG: cuentan que la cuna de Luis XIV ha desaparecido del rediseñado emblema por ser dicho monarca participante activo en las Cruzadas.
La presentación fue inquietante. Ancelotti salió con cinco canteranos de última generación: Nacho, Casado, José Rodríguez, Jesé y Morata. Los franceses, sin tantas concesiones en el equipo titular, controlaron el duelo y encadenaron oportunidades para llenar un saco; remate de Ibra, tiro fuera de Cavani y la más clara: un balón que sacó Diego López para resolver un mano a mano (pierna a pierna) con el delantero uruguayo.
El Madrid respondió en el idioma que mejor domina: contra y gol. La maniobra comenzó con una salida extraordinaria desde campo propio y prosiguió con un fantástico pase de Morata a Jesé, uno de esos balones que iluminan el pasillo a la portería contraria como una calle en Navidad. La jugada nos dejó una reflexión y una sonrisa: tal vez los muchachos no sólo sean distintos; quizá también resulten complementarios. La sobria celebración de Jesé también es un buen presagio: sabe lo que vale cada gol.

El visitante (tomemos al PSG como local) despertó con el tanto y con la lluvia que comenzó a regar Doha (el desierto ya no es lo que era). El partido se igualó, pero no alteró su esencia: la retórica quedaba para los parisinos y la contundencia para los madrileños. Después de diferentes acercamientos de Digne, Matuidi y Cavani, José Rodríguez estrelló un remate en el palo. La jugada, tejida en un nuevo contragolpe, fue otro prodigio de agilidad y toque (léase Illarra y Xabi), adornada, finalmente, por un pase espléndido de Cristiano, que se entretuvo jugando de mediocampista.
Como tantas veces, el jugador más afilado e interesante del PSG fue Ibrahimovic. El sueco lo domina todo desde sus casi dos metros (1,96). El cuerpo le beneficia mucho, pero también le perjudica bastante, porque le hace verse superior al resto de los mortales, y desde ahí nace una cierta arrogancia que también afecta a su juego.Ayer volvió a ocurrir. Dejó media docena de detalles exquisitos (cola de vaca incluida) y algún que otro gesto de futbolista sobrado y levemente abúlico.
Ancelotti entró en la segunda parte con un once renovado por completo; Blanc relevó sólo a tres futbolistas. Ni siquiera así sacó ventaja. El partido se desordenó con el trasiego y el Madrid volvió a marcar el territorio con un verso suelto de Benzema: control con el pecho y remate contra el larguero. En ese momento, el PSG debió entender la lluvia desértica como una señal del destino: no era el día, ni la noche, ni el rival.
Pese a todo, siguió insistiendo, y toca valorarlo. Cada jugador de refresco buscó la portería de Jesús; los pegadores lo intentaron de lejos y los cabeceadores de cerca. Pero nada. Portero, defensa, suerte, llámenlo como prefieran. Los equipos superiores encuentran mil maneras de ganar y otras tantas de no ser vencidos. Desde ahora también lo saben en Qatar.

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